“YA NO PUEDO MÁS, ESTOY CANSADO DE LUCHAR”

 

Cuántas veces hemos gritado esta frase, con un profundo dolor en nuestro corazón y lágrimas que inundan nuestros ojos. Y es que ya vez tras vez nos hemos caído, y nos hemos levantado, volvemos y caemos, y nos levantamos una y otra vez; cada vez son más las heridas amontonadas una sobre otra que hay que sanar, cada vez son más profundas las cicatrices que nos dejan, uno a uno los golpes de la vida; y por más que luchemos, por más que nos levantemos firmes, dispuestos a dar la lucha en el ring, no logramos sostenernos.

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Nada cambia, las cosas parecen empeorar; vamos perdiendo fuerza, nuestros ánimos van decayendo, y la angustia nos invade, al observar cómo vamos perdiendo la batalla a pesar de nuestro incansable esfuerzo…cada día se nos hace más difícil confiar, creer que nuestra situación pueda mejorar.

“Jehová es mi Pastor nada me faltará” (salmo 23:1), hemos repetido sin cesar, pero todo falta, nada está bien, eso es lo que pensamos, eso es lo que nos muestra el panorama.

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El que escribió este salmo, el rey David, cuando lo escribió precisamente ya había pasado por una serie de dificultades, que empeoraban día a día, que fueron acabando con sus fuerzas, decayendo sus ánimos, lo llenó de angustia, y sintió en su momento que perdía sus batallas, aun a pesar de su incansable esfuerzo.

El Rey David, ese mismo escritor que declaró “Jehová es mi Pastor nada me faltará”, tuvo un tiempo en el que con dolor, angustia y desesperación grito: “Ya no puedo más, estoy cansado de luchar” y fue cuando escribió en Salmo 4:

1 Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia.   En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración.

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Dios le había prometido a David que sería el Rey de Israel, y David le creyó; con esta revelación David pensó que por fin tendría todo lo que deseaba; recordemos que David simplemente era un cuidador de oveja, oficio que no era muy bien visto por la elite de ese tiempo. De repente Jehová mediante el profeta Samuel le da esa buena nueva: “Eres el hombre escogido por Dios para ser el Rey de Israel”; pero las cosas no fueron como David esperaba, tuvo que pasar primero por escases, persecución, traición, ruina absoluta, hambre, soledad y dolor; antes de obtener lo que Dios le había ofrecido.

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Hermanos, David no valía para el mundo nada; tenía el trabajo más humilde de la época; pero el Rey Supremo del universo JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS, lo veía como el futuro Rey de Israel.

Dios promete que al que cree todo le es posible (marcos 9:23), y algo que debes grabarte es lo que nos dice el libro de Romano 8:28 “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito”.

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Dios tiene un propósito contigo. Debes ver las pruebas como oportunidades de cambio, de crecimiento; recuerda que las pruebas, aunque nos debilitan y lastiman en su momento, nos van haciendo más fuertes; mediante ellas aprendemos que camino si y cual no; cuando si y cuando no; quien sí y quién no. Por eso hoy te dice el Señor: “Sigue confiando, sigue luchando, yo te sostengo, yo renuevo tus fuerzas”

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No importa en qué posición hoy te encuentres, no te angusties si para el mundo “solo eres el que cuida las ovejas”; solo debe importante lo que te dice el Rey de reyes y Señor de señores: “No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú” (Isaías 43:1)

 

Recuerda: No hay tinieblas ni densa oscuridad donde puedan esconderse los que hacen iniquidad (Job 34:22). Pero a los justo Dios preserva en el día malo…

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